Amor, Amor... ¡Tú! ¡Sí tú!

El de la mirada imposible,
y las cejas fuertes
por donde quiero dejar que caminen mis dedos.
El de los labios inyectados de ti con sabor a alma,
con sabor a lo impalpable.
El de la risa constante y la sonrisa de azúcar,
que parece darlas gratis
pero yo sé cuanto a ti te ha costado sostenerlas.

¡Tú! ¡Sí tú! El de mis sueños estrictamente curvos
y mis realidades precisamente imperfectas.
Tú, el de oro líquido
enredado en mí, en ti, y en todos mis espacios.
Sí Amor, a ti es a quien escribo y sigo,
como ríos de tinta en papel rajado,
en papel doblado, en papel quemado...
Ríos que fluyen un día
y otros, se desbordan por caudales quebradizos
que más tarde se hacen nada,
se evaporan y se vuelven soldados del viento.

¡Sí Amor, a ti te hablo!
Aunque aquellos soldados que te digo
huyan con mi voz en sus manos
y hacia los cuatro rumbos corran.
Y te eviten siempre a ti, mi quinta estación.
El quinto pétalo de mi rosa de los vientos.

Sí Amor, confía en mis palabras,
las de mis dedos.
Pues las de mi garganta se extravían fácilmente.
Y es más difícil que las hojas de este árbol de cuatro puntas
se eleven y sigan a aquel ejército
que no usa espadas, sino suspiros.
Y es más probable que mi susurro naranja se esfume
apenas toque sus huellas azules,
por ser el Olvido hacia donde viajan.
Lugar al que tú y yo, también nos hemos enviado (antes).
Pero que al llegar, nos cortaron las alas
y, sumisos, volvimos por la misma tierra
hasta encontrarnos aquí de nuevo,
en el mismo lugar donde empezamos.
Como miel y polvo exiliados del ensueño,
arrojados a la dimensión de nuestro infinito,
nuestra realidad de vivir atados al mismo nudo.

Y aquí estamos:
como si no hubiésemos dado ni un paso adelante,
ni un paso atrás
desde el primer encuentro.
Como si no fuera éste otro verano,
y no el mismo en el que sincronizamos los días.
Como si no fuera ya este amor
a cumplir cinco soles de insomnio,
pero una sóla luna cristalizada,
que parecía, a veces, dormitar en tu recuerdo,
mas despertaba antes de perderte.
De perdernos.

Y es que hoy, hace tantos mares salados,
que aprendí a nadar.
Yo, y mis ojos también.
Y hace tantos sueños que me sobra el aire.
Y que he sobrevivido entre tanto vacío,
entre tanto eco...
Entre tanto oxígeno y tantos cuerpos.
He conseguido amortiguar el dolor de aquel óxido,
que desintegra mi interior de tal forma
inexplicable para algunos,
imposible para otros.
Pero que existe.

Y existes tú, y existo yo,
y existe también este dolor de lo impronunciable.
De lo no nacido.
De lo que vamos tanto tiempo formando
mas no termina de empezar.
No termina de iluminarse.
De iluminarnos.
De hacernos luz.

Y tú, ¡sí tú! Eres quien tiene el poder de esto.
Quieras o no lo quieras,
no me importa; lo mereces.
Y la llave de mi realidad que está justo
en aquel bolsillo izquierdo donde solías guardarme.
Y si todavía me hallas,
tú, solamente tú,
podrás quizá
sacarme aquel respiro de vida que un día me dejaste,
o mejor aún,
desplomarte enteramente en mis pulmones.

Y tú, nadie más que tú,
será capaz de dar nombre a este engendro.
A este caos; nuestra criatura.
El nombre por el que he vivido en desvelo;
fue o será.

Anaíro

11:24 am 9 de agosto del 2014

Comentarios

  1. Empezar es una forma de nacer,
    Sin embargo cambiamos en capsulas de vidrio,
    nos hace callar (nos hace desordenarnos)
    Ensordecernos cuando queremos estar juntos,
    Aunque no soy deliberado
    Sabemos que no somos reales
    Que no somos falsos,
    Este es el lugar mágico,
    Cuanta sobre tus vidas,
    Son negras las paredes que entran en mi alma,
    Y comienza el cambio,
    El movimiento del océano,
    Transformado en frío,
    Alguien no me ama


    fin (nuestra última conversación)

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