Entre Voces y Reflejos

La garganta se me seca de tanto callar,
pero la mente se corroe de tanto pensar
y pensar en tanto absurdo.
Que es absurdo no porque lo sea
si no porque no sé si hay alguien más
que piense en ello
como yo.

La sonrisa se me cae, se me cae a destiempo;
el labio izquierdo del derecho,
el rostro izquierdo del derecho,
el alma izquierda de la... ¿que?
¿Cómo es que no es una todavía?
Después de tantos errores 
y trizas diminutas en mi espalda ceniza
que intenté curar con saliva y manos pegajosas;
después de permanecer parada tanto tiempo en la misma esquina
y haberme teleportado a un universo paralelo,
¿Todavía no ha cocido la piel vieja con la recién nacida?

Lanzo violentamente este asterisco de luz 
hacia quienes me quieran hoy y mañana.
Porque el ayer me llenó de larvas 
que desintegraron mis entrañas más preciadas.
El pasado se comió la manzana entera que me dijeron no morder
y con ella, todas esas voces que me decían tantas cosas parecidas.
Desde las páginas inmortales de un árbol sin semilla
que un día entendió nuestra naturaleza.

Voces y voces repetidas y traducidas a conveniencia del poder
y sus manos invisibles,
pero nunca se tradujeron junto a los años,
junto a las arrugas humanas.

Lengua muerta que yo hablaba y ya no hablo.
Hablaba y hablaba tanto, que quizás fue demasiado poco el acto.
No entendí la necesidad de otra realidad que la mía:
esa bidemensional y plana. 
Esa en la que no había como huír, 
o donde perderse para encontrarse.

Porque las instrucciones eran claras y los castigos, oscuros.
Las voces y los libros a blanco y negro dictaban mi identidad.
Todas esas voces que me hablaban palabras
y convicciones y eran amigas de mi juicio, el largo de mi falda,
el número de veces que me santiguaba
y mi habilidad de no interrogar las preguntas indebidas,
(¿O debería decir, las correctas?).

Y así, entre otros mandamientos,
creí necesitar un reflejo
para validar mi propia existencia.
¿Y qué pasa con esos reflejos que son gente
cuando ya no soy lo que fui 
y no encuentro otros espejos?
¿Donde quedan esas sombras? ¿Y esas luces?

Ellas ya no se juntan conmigo 
desde que perdí la silhueta 
del cartón en el que venía la plastilina.
Molde sucio y reusado.
Cajita con huecos para respirar por la nariz 
y uno grande en el centro
para mirar con un ojo solamente.

Así como los mártires 
que sufren queriendo morir héroes
pero tienen suficiente oxígeno para sobrevivir...
Pobres víctimas de su propio Dios!
Se retuercen y susurran, y luego le vuelven inmortales 
bajo la sombra de algún viejo templo
donde se acumulan murmullos y mas voces.

Voces y confesiones y pasión limitada y pura dulzura
que ya no busco,
Aunque pienso en todas ellas de vez en cuando.
Y me pregunto en las noches que sí rezo
por qué la necesidad de creer,
si con ser es suficiente.

Me pregunto si ellas alguna vez me recuerdan
con la misma emoción de días lejanos.
Si creen que las olvidé porque me cambié la piel y el nombre;
y si decidieron olvidarme por haberlo hecho.

Aunque algunas aún me invaden el interior
sin tocar  la puerta.
Y es que he preferido callar. A veces.
Perderme en la memoria de las gentes
con el rostro que más les gusta,
silenciar la dirección sincera de mis ramas.
No me cuesta crecer hacia mi propia Tierra
pero sí el ser vista fuera del Cielo;
¿Madera muerta intocable
o el corazón de un tronco abierto a hachazos?

Me pregunto si sienten lastima por mí
y si en las noches de retiro piden por mi regreso a casa.
Pero ellas no saben que todavía no la he encontrado.
Porque cada vez que miro en un rostro ajeno,
busco mi reflejo desnudo.
Y al no hallarlo, corro en círculos y me pierdo 
y vuelvo a refugiarme en letras 
incondicionales y espiraladas
que perturban la linear calma 
necesaria para hacer un espejo.

¿Será que necesito buscar contraste
para encontrarme en los vacíos del opuesto?
Benditos reflejos, cuánto me han dañado!
Y pensar que así vivi y crecí.
Tratando de pulir mis esquinas 
amputar mis cuerdas bucales,
sacarme un ojo
y adherir brazos y narices de piedra
para encajar en el perfil de un rompecabezas
en el que hoy 
invierto lágrimas para desarmar.

Y aunque ya no busco a esas silhuetas,
pienso en ellas de vez en cuando.
Cuando me sobra el espejo y me falta el reflejo,
me pregunto
si todavía me aman como un día lo hicieron.


- Anaíro.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Amor, Amor... ¡Tú! ¡Sí tú!

Cambiando el mundo - Toma #1

Memories